martes, 23 de junio de 2009

Estar poeta



Escribe Jorge Riechmann en su muy recomendable libro de ensayos Resistencia de materiales la siguiente afirmación, que comparto plenamente: "La estupidez de decir: "soy poeta". Lo más que cabría enunciar es algo así como "estoy poeta": estoy ahora en la poesía. Estoy, pero no sé si seguiré estando en el instante siguiente, mañana, dentro de un año. De ahí la angustia de los más grandes ante la posibilidad -siempre presente- de ser abandonados por la poesía".
La observación de Riechmann me hace pensar en Claudio Rodríguez, no tanto por ese reconocimiento de la poesía como un don pasajero (que también) como por la conciencia del riesgo que entraña la aventura poética. Tuve la suerte (el inmenso privilegio) de asistir a un curso de doctorado dirigido por García Berrio sobre la obra de poeta que contó con la presencia de éste. No he olvidado la mirada de verdadera alarma de Claudio Rodríguez mientras hablaba sobre la posibilidad de que alguien no dejara de ser poeta nunca. Lejos de parecerle algo deseable, el autor de Don de la ebriedad consideraba una suerte de condena que alguien pudiera mirar el mundo a cada instante con ojos de poeta. Escribe Hölderlin: "Nur zuzeiten erträgt göttliche Fülle der Mensch", el hombre sólo puede soportar la plenitud divina por un tiempo. Bien lo sabía el poeta alemán, quien en la carta a Bohlendorf, confesaba haber sido herido por Apolo, el dios que inspira cantos y poemas que es, al mismo tiempo, la divinidad terrible que trae la peste al comienzo de la Ilíada. Dios a la vez de la medicina y de la enfermedad, muestra su rostro ambivalente en ese sol que hace brotar la vida de la tierra y que también agosta los campos.
Piglia cuenta una inquietante anécdota sobre Joyce, quien recurrió a Jung para curar la enfermedad de su hija. Joyce animaba a su hija a escribir, convencido de que esto le serviría, como le servía a él, para expulsar sus fantasmas. Jung, sin embargo, le hizo ver que, aunque padre e hija se sumergían en el mismo mar del inconsciente, Joyce era capaz de nadar en él mientras que la hija se hundía en sus profundidaes sin que ni siquiera la escritura le sirviera para tomar aire de la superficie. Jung lo dijo de manera más concisa y más brillante: "Pero allí donde usted nada, ella se ahoga".

8 comentarios:

rubén m. dijo...

Gran reflexión sobre lo sublime, la poesía y la escritura. Hölderlin debió acabar sus días mirando de frente al ángel de Rilke, su belleza insoportable, eso que temía tanto Claudio Rodríguez debe de ser semejante a la locura. También aspiraba a eso Baudelaire pero desde un cierto disfraz de dstanciamiento ético: "el dandy debe aspirar a ser sublime sin interrupción, vivir y morir delante del espejo".

un abrazo

s dijo...

Muy certera la entrada. Estoy de acuerdo con Rubén, creo que debe ser el miedo a la locura interminable de la luz.

Un placer leerte.

Miguel Angel Gara dijo...

Interesante la expresión "Estoy poeta", y acertada, en la misma medida en que tampoco se dice "Soy loco" sino "Estoy loco" aunque tienda a pensarse que la locura es un estado (supuestamente) definitivo en 3ª persona y no en 1ª.
En cambio en 3ªpersona, lo de "Está poeta" puede resultar algo más peyorativo y desgraciadamente frecuente, hay quien está poeta más veces de la cuenta.

J.Luis Gómez Toré dijo...

Gracias, Rubén, Sergio, Miguel Ángel, por vuestros atinados comentarios... Vivimos tiempos en los que se tiene mucho miedo a lo sublime pero no por reconocer la familiaridad (a través de Freud, Rilke...) entre lo bello y lo terrible sino por el miedo al ridículo. Es cierto que el siglo XX, que ha sabido mezclar en una peligrosa coctelera las proclamas más sublimes junto con las mayores muestras de barbarie, nos ha hecho muy suspicaces ante las grandes palabras. Sin embargo, creo que en ocasiones ese miedo de muchas estéticas actuales a lo sublime es un miedo a asumir riesgos. ¿Y merece la pena un arte sin riesgos?

s dijo...

Miedo al ridículo y, tal vez, cierto remordimiento, no sé...

Saludos.

Miguel Angel Gara dijo...

Totalmente de acuerdo con tu visión José Luis. Hay épocas en que las grandes palabras sobran y otras épocas en las que hacen falta.
Y desde luego todo lo que sea arte sin riesgos es especulación y abrazafarolismo.

J.Luis Gómez Toré dijo...

De todas formas, es cierto que la nuestra es una época en la que lo sublime encuentra difícil acomodo: si bien Wallace Stevens reflexionaba ante todo sobre la tradición propia de un país joven, su poema "El sublime americano" es un buen indicador de la incomodidad del poeta contemporáneo ante lo sublime. Pero quizá esa incomodidad sea más que nunca necesaria en una época en la que la mercantilización del arte nos vende sentimentalismo a granel y recetas fáciles en libros de autoayuda. Esa incomodidad contemporánea es un aviso para navegantes: para mirar desde una cima primero hay que subirla.

Nemar dijo...

Esa diferencia entre el ser y el estar que tanta gente debería aprender de pequeños.
Y esa presunción tan horrible que supone decir soy poeta o soy artista, que tantos enemigos me ha granjeado...
El verbo ser, según el diccionario VOX (aquí la RAE, como tantas otras veces, no sirve de ayuda) «atribuye cualidades consideradas como permanentes», mientra que estar es «existir, hallarse, permanecer [una persona o cosa] en un lugar, posición, situación, condición, etc.»
Muy poca gente conozco que sea permanentemente artista o poeta. Aunque haberlos, haylos, y no escriben necesariamente. Son artistas de la vida, poetas del día a día. Tú conoces bien a una de ellos ;-)
Saludos.