sábado, 31 de marzo de 2012
Lenguaje y crisis
García-Margallo, actual ministro
de Asuntos Exteriores y Cooperación, acaba de referirse a los presupuestos
recientemente presentados por el gobierno como “presupuestos de guerra”. Cabe
preguntarse si esta economía de guerra va acompañada también de un lenguaje de
guerra, en el que la palabra es un arma
de combate más, destinado a persuadir, cuando no a manipular, a las masas a las
que se pretende movilizar para esa lucha contra un enemigo que, sin embargo,
se nos vela . Algo de ello nos hace pensar
la repetición, a modo de mantras, de consignas tales como “Hemos vivido por
encima de nuestras posibilidades”, que, como todo eslogan, es una invitación a
la pereza del pensamiento. En este sentido, creo que no sería una tarea inútil detenerse a
analizar ese lenguaje bélico en el que parece que estamos inmersos. No es el
lugar para hacerlo una breve entrada de
un blog. Sin embargo, me atrevo a ofrecer unas breves pinceladas sobre el
particular.
Me llama la atención, en primer lugar, cómo
algunos de esos eslóganes, como el ya citado, abundan en la asunción de una
culpa colectiva, que en el fondo parece inscribirse (lo he escrito ya en algún
lugar de esta bitácora) en el marco de los viejos relatos religiosos de
salvación: la necesidad de constantes sacrificios y renuncias para expiar nuestros
pecados y alcanzar así una lejana felicidad futura. Esa misma escatología
secularizada se esconde en expresiones tales como “Estamos yendo en la buena
dirección”, que revela una vez más la buena salud del peligroso mito del
progreso (un mito que, como mostró con acierto Benjamin, está de lado del poder
y no de los excluidos). Casi no me atrevo a comentar la insistencia de nuestros
políticos en que ellos sí están “haciendo los deberes”, expresión que deja
escapar un tufo entre pueril y paternalista que revela tanto el infantilismo
con el que se busca contagiar a quienes somos cada vez menos ciudadanos (y cada
vez más súbditos) así como el aire de fatalidad con el que se pretende que
acatemos los dogmas de los mismos expertos que nos han llevado a la situación
en la que nos encontramos.
Algo en lo que no parecen reparar las repetidas llamadas a la austeridad
y la resignación, empeñadas tal vez en resucitar el espíritu ascético del
capitalismo primitivo, es que el sistema actual necesita no solo del consumo,
sino del consumismo, para seguir sosteniéndose. Como ya reveló hace años Daniel
Bell el capitalismo tardío se empeña a la vez en que seamos austeros y consumidores
voraces, ascetas y hedonistas, una contradicción que nos aboca a una suerte de
esquizofrenia y que la actual crisis (y la novolengua que la acompaña) no hace
más que agudizar.
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martes, 20 de marzo de 2012
"Habla Suleika" (Goethe)
EL espejo me dice que soy bella.
Me decís que es también mi sino envejecer.
Ante Dios todo debe permanecer eterno.
Amadle en mi belleza en este instante.
J. W. Goethe, Diván de Oriente y Occidente (versión de J.L.G.T.)
SULEIKA spricht
DER Spiegel sagt mir ich bin schön!
Ihr sagt: zu altern zei auch mein Geschick.
Vor Gott muß alles ewig stehn.
In mir liebt Ihn, für diesen Augenblick.
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domingo, 11 de marzo de 2012
Recomendaciones virtuales
Entre los inquisidores dispuestos a anatemizar todo lo que huela a digital y los conversos entusiastas de las nuevas tecnologías, caben muchos caminos intermedios. Y remarco el plural: caminos. En esto como en tantas cosas, suele ser una trampa la búsqueda de un término medio, que parece imposible y que, si no lo es, resulta una solución tan simplista como los dos extremos que pretende evitar.
Todo esto viene a cuento (o no) porque, pese a que en Internet no es oro todo lo que reluce, se encuentran aquí y allá verdaderas joyas que no conviene dejar pasar. Entre esos hallazgos, me gustaría citar aquí dos (que vienen de la mano, además, de dos estupendos traductores): si en la revista La nube habitada puede leerse un hermosísimo texto, Truinas, traducido por Rafael-José Díaz, del gran Jaccottet, en Minerva tenemos la oportunidad de acercarnos a una de las piezas teatrales de Yeats, Purgatorio, en versión de Jordi Doce (una obra ciertamente inquietante, en el que los tiempos parecen confundirse, y que a mí me recuerda, por su ambiente opresivo y por el peso casi insoportable del pasado sobre los personajes, a algunas películas de Bergman).
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