domingo, 9 de agosto de 2015
Amadís y el explorador en ABC Cultural
"A
los veinte años de su muerte, Ángel Crespo es un poeta que empieza a gozar de
una excelente salud. A los homenajes que se le hicieron recientemente en Casa
del Lector y en la localidad turolense de Calaceite, su último retiro, hay que
añadir el hecho de que dos de nuestros jóvenes poetas con una trayectoria más
visible se hayan acercado con sendos volúmenes a su poesía –José Luis Gómez
Toré se ocupa de la edición de Amadís y el explorador en Pre-Textos, y Esther
Ramón prologa Poemas últimos (Ocupación del fuego, Invitación a la sombra), en
Amargord- y hayan indicado hasta qué punto nuestro poeta sigue siendo actual,
es decir, sigue influyendo en el devenir de la lectura de la lírica de las
últimas décadas.
De Crespo se puede decir que es uno y diverso,
y en todo caso personal, rico y complejo, como no puede ser de otro modo
tratándose de una de las mayores personalidades literarias de la segunda mitad
del siglo XX.
Su indagación en el símbolo, o lo que es lo
mismo, su indagación en la realidad mítica y sagrada, oculta a la mirada
superficial; su búsqueda de un lenguaje capaz de asumir nuevos modos de
conciencia; la tensión constante entre lenguaje y realidad; la concepción del
poema como cambio o metamorfosis, todo ello dota a su poesía de una
singularidad poco común entre nosotros. Para Crespo, experimentar significa
crear y crear significa contemplar, pensar mediante imágenes no codificadas por
la razón. De ahí que, para él, la poesía sea, a pesar de sus carencias, la más
alta posibilidad de pensamiento.
Poemas de una belleza perturbadora, donde la
dimensión neoplatónica es una forma de viaje hacia sí mismo y hacia el mundo,
una revisión (re-visión) de lo real, y que dan cuenta de un poeta imprescindible hoy."
Diego Doncel, "Crespo, uno y diverso" (reseña de Ángel Crespo, Amadís y el explorador -edición de J. L. Gómez Toré-, Pre.Textos, 2015), ABC Cultural, 25 de julio de 2015
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miércoles, 5 de agosto de 2015
Melusina
La cerradura es ojo.
Dentro de cada habitación cerrada hay otra habitación y dentro de esta, otra, y
así, todo pasillo es laberinto o pupila. Imposible mirar sin ser mirado,
sorprender esa sombra sin descubrir de pronto, y para siempre, la propia
desnudez. Este era el secreto del mercado, su profusión de olores, los pezones
frutales, el escamoso tacto que recorre la piel. Dónde queda la infancia, en
qué fragmento, en qué herida de esperma, en qué rastro de saliva y de sangre. No
hay retorno. Cuándo dejaremos atrás esta vieja armadura, el gesto imperativo
del guerrero, su amor por el botín, que quema las raíces de oro y liquen.
Laberintos de carne, jardines
clausurados: alguien busca una puerta.
Masticar tanta noche. Nadie
ha visto la sangre que gotea del ojo.
lunes, 3 de agosto de 2015
Elementos (J. W. Goethe)
ELEMENTOS
¿Con cuántos elementos
ha de nutrirse una auténtica canción
para que los profanos la reciban con gusto
y los maestros la escuchen con placer?
Que sea, entre todas las cosas,
nuestro tema el amor cuando cantemos,
cuanto más logre el amor entrar en ella,
mejor ha de sonar nuestra canción.
Que se oiga después el chocar de los vasos
y que el rubí del vino resplandezca,
pues a los amantes, a los bebedores
les esperan las más bellas coronas.
No ha de faltar el fragor del combate,
que asimismo se escuchen las trompetas,
pues, si la fortuna brilla, en la victoria
el héroe se transforma en un dios.
En último lugar es necesario
para el poeta odiar alguna cosa.
Lo feo y lo penoso no merecen
vivir como lo bello.
Si el cantor es capaz de mezclar
de estos cuatro elementos su potente materia
eternamente como Hafiz
ha de reconfortar y alegrar a las gentes.
J. W. Goethe, Diván de Oriente y Occidente (versión de J. L. G. T.)
Aquí el original.
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