que encontramos inmóviles sobre la hierba.
Nos inclinamos ante ellos suplicándoles:
¡hablad, confiadnos ahora el gran secreto,
explicadnos el misterio de esta caminata
y de este silencio que tanto nos inquieta!
Sólo los caracoles conocen la causa primera
y saben el origen de todo, desde la gran explosión
que creó el universo y todavía nos aturde.
Por más que les preguntemos, nada nos dicen.
Pasan el día entero quietos sobre la hierba
e indiferentes ni siquiera nos ven.