martes, 31 de diciembre de 2013
Homenajes, rituales funerarios
Eliade, en uno de sus fascinantes libros, recuerda que el Año Nuevo supone, para muchas culturas, una especie de interregno en el que es posible la comunicación entre los vivos y los muertos, como si en el caos que precede a todo renacer se abolieran temporalmente las barreras que nos separan de los que se han ido.
Quizá por ello no esté de más despedir el año con dos homenajes, dos poemas en prosa que escribí no hace mucho, el primero publicado en el número 9 de la revista Paraíso de Jaén y el segundo (con una pequeña variante frente a la versión que aquí ofrezco), en el libro colectivo de homenaje a Cernuda que recientemente ha impulsado la revista Áurea.
Probablemente suene a mal augurio esto de recibir el año mirando hacia atrás y convocando a los muertos. Sin embargo, quizá haya que dejar de pensar en el futuro como lo que nace inevitablemente del presente y verlo más bien como una posibilidad que late también en el pasado, posibilidad que a menudo se presenta como una promesa todavía incumplida, pero que permite abrir, al margen de la marcha inmisericorde de la historia (ese relato atroz escrito por los vencedores), la puerta apenas entornada de un futuro anterior.
ANTONIO MACHADO
MEDITA SOBRE EL SUICIDIO EN PORT-BOU
Nos cruzamos en un andén vacío.
Ensayamos un gesto semejante a un saludo que el cuerpo, o la sombra del cuerpo,
se niega a obedecer.
Lejos crepitan las hogueras. Se
acumulan recibos, cartas sin contestar, periódicos de hojas amarillentas,
profecías. Son arduos los idiomas.
Esperamos la lluvia. Ahora nieva
ceniza.
A LUIS CERNUDA SIN
VIOLETAS
Hoy llegan al periódico de nuevo
noticias de tu muerte, de tu exilio en una isla del Danubio, de caudillos que
sueñan con ruinas e imperios y sin pudor te citan como un dechado de virtudes
burguesas, un amante del orden y las buenas costumbres. Nunca quisiste ser
profeta. Sí aprender el oficio de estar solo, el destierro como la pura certeza
de estar solo, la muerte como gesto definitivo de la soledad. Descansa en paz
ahora en lo imposible. Quizá no esperes ya a un poeta futuro, que al fin eras
tú mismo, sino esta lengua siempre por venir.
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