Jacques Rancière |
miércoles, 17 de julio de 2013
arte, política... (Rancière)
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“El arte no es político, en primer lugar, por
los mensajes y los sentimientos que transmite acerca del orden del mundo. No es
político, tampoco, por la manera en que representa las estructuras de la
sociedad, los conflictos o las identidades de los grupos sociales. Es político
por la misma distancia que toma con respecto a sus funciones, por la clase de
tiempo y espacio que instituye, por la manera en que recorta este tiempo y
puebla este espacio […] lo propio del arte es operar un
nuevo recorte del espacio material y simbólico. Y es de esa forma donde el arte
tiene que ver con la política.
La política, en
efecto, no es el ejercicio del poder y la lucha del poder. Es la configuración
de un espacio específico, el recorte de una esfera particular de experiencia,
de objetos planteados como comunes y como dependientes de una decisión común,
de sujetos reconocidos como capaces de designar estos objetos y de argumentar
sobre ellos”.
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“El hombre, dice Aristóteles, es político pues
posee la palabra que pone en común lo justo y lo injusto mientras que el animal
solamente posee la voz que señala placer y pena. Pero la cuestión, entonces, es
saber quién posee la palabra y quién posee solamente la voz. Desde siempre, la
negativa a considerar ciertas categorías de personas como seres políticos ha
tenido que ver con la negativa a entender como discurso los sonidos que salían
de su boca. O bien ha pasado por la
constatación de su incapacidad material de ocupar el espacio-tiempo de las
cosas políticas. Los artesanos, dice Platón, no tienen el tiempo para estar en
otro lugar aparte de su trabajo. Este “otro lugar” donde no pueden estar, es sin duda la asamblea del pueblo. La “falta de
tiempo” es, de hecho, la prohibición naturalizada, inscrita en las formas
mismas de la experiencia sensible.
La política ocurre
cuando aquellos que “no tienen” el tiempo se toman este tiempo necesario para
plantearse como habitantes de un espacio común y para demostrar que su boca
emite también una palabra que enuncia lo común y no solamente una voz que
denota dolor”.
Jacques Rancière, El malestar en la estética (Clave Intelectual, 2012)
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