martes, 22 de septiembre de 2015
Canto salvaje (Antonia Pozzi)
He gritado de alegría, en el ocaso.
Buscaba el ciclamen en el viento:
había subido al pie de una roca
hinchada y rugosa, herida de matas.
En la pradera acribillada de peñascos,
en la cabeza rubia de las margaritas,
en mi pelo, en mi cuello desnudo,
desde el cielo alto caía en pedazos el viento.
He gritado de alegría, en la bajada.
Me fascinó la fuerza erizada y salvaje
que vuelve mis rodillas ávidas del salto;
la fuerza virgen y desconocida, que me tensa
como un arco en la carrera cierta.
Toda la calle olía a ciclamen;
los prados languidecían en la sombra
aún temblando de caricias de oro.
A lo lejos, en un triángulo de verde,
el sol se demoraba. Hubiera querido
saltar, en un impulso, hacia esa luz;
y tumbarme en el sol y desnudarme,
para que el dios agonizante se saciara
de mi sangre. Luego, quedar, de noche,
tendida en el prado, con las venas vacías:
las estrellas- lapidando furiosas
mi carne seca, muerta.
Antonia Pozzi (versión de Antonella Pinto y J. L. Gómez Toré)
CANTO SELVAGGIO
Ho gridato di gioia, nel
tramonto.
Cercavo i ciclamini fra i
rovai:
ero salita ai piedi di una
roccia
gonfia e rugosa, rotta di
cespugli.
Sul prato crivellato di
macigni,
sul capo biondo delle
margherite,
sui miei capelli, sul mio
collo nudo,
dal cielo alto si sfaldava il
vento.
Ho gridato di gioia, nel
discendere.
Ho adorato la forza irta e
selvaggia
che fa le mie ginocchia avide
al balzo;
la forza ignota e vergine, che
tende
me come un arco nella corsa
certa.
Tutta la via sapeva di
ciclami;
i prati illanguidivano
nell'ombra,
frementi ancora di carezze
d'oro.
Lontano, in un triangolo di
verde,
il sole s'attardava. Avrei
voluto
scattare, in uno slancio, a
quella luce;
e sdraiarmi nel sole, e
denudarmi,
perché il morente dio
s'abbeverasse
del mio sangue. Poi restare, a
notte,
stesa nel prato, con le vene
vuote:
le stelle – a lapidare
imbestialite
la mia carne disseccata,
morta.
Pasturo, 17 luglio 1929
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