lunes, 18 de abril de 2011

Las manos. La voz

El niño que, en la cuna, contempla con fascinación sus propias manos, estudia su compleja arquitectura, sus movimientos como si fueran algo ajeno. La alegría al escuchar los sonidos que salen de sus labios, con los que juega como con un instrumento musical recién descubierto. Quizá el artista guarda algo de ese asombro, de esa perplejidad que existe antes de la obra y que la obra guarda como un secreto que no conviene revelar. Quien admira una obra de arte participa así, sin saberlo, de esa sorpresa. ¿De quién son esas manos? ¿Esa voz?

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