Decidimos nacer nosotros mismos una mañana colgada de límpido cielo. Sabemos de la infinitud del mar y nuestro límite, debemos, por tanto, partir ahora, no antes. El océano nos desnuda de certezas pero nos hermana con la veracidad del viaje, la única y eterna.
Sabemos que el mar limita nuestra muerte, por eso acudimos a su encuentro, no deseamos vencerlo.
Sabemos también del abismo al que caen los barcos
y recorremos su sal
y su aire
pues amamos la mar nuestra hasta el naufragio.
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