sábado, 20 de febrero de 2010

Migraciones de aves (fragmento)

Había un interrogador que trabajaba para el prefecto jefe de la ciudad, un torturador con una intuición casi infalible de los límites mismos del martirio físico, la humillación y el terror impotente en los seres humanos, un hombre conocido entre sus colegas y sus superiores por su impecable silencio lo mismo en el trabajo (otros hacían las preguntas sin sentido) que luego, y que con otro nombre escribía poemas.

Estos poemas sobrevivieron a su época, aleteando sin cesar a través del tiempo como una pequeña bandada de pájaros, pero sin regresar nunca a su propio tiempo. Seiscientos o mil seiscientos años más tarde, cuando se redescubrieron fragmentos de poesía entre los escombros desenterrados de grandes edificios antiguos, se estimó que los poemas del interrogador eran de una belleza especialmente delicada y memorable, pero de su autor nada, ni siquiera su nombre falso, se llegó a saber.


Reginald Gibbons, Desde una barca de papel (edición de Jordi Doce)

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