sábado, 18 de abril de 2020

La infección (y 3). Antígona en los tiempos del coronavirus


Giorgio de Chirico


VI

Otro pensamiento piadoso que se repite estos días: la experiencia de la enfermedad y el aislamiento abre la puerta a una nueva civilización del cuidado, una nueva cultura que tome conciencia de nuestra propia vulnerabilidad y de la de los otros. Pero que algo nos suceda no significa necesariamente que se constituya en experiencia.
Benjamin identificó la afasia de quienes volvían de la Primera Guerra Mundial con una imposibilidad de construir lo vivido como experiencia propia. Paradójicamente, una realidad tan traumática como la de la Gran Guerra encontraba dificultades para formar parte de la trama individual de los individuos que la habían sufrido. Como algo que no cabía alojar en un relato personal y colectivo, y que, por tanto, no podía hacerse lenguaje.

VII

Y, sin embargo, es urgente encontrar palabras. El aislamiento que vivimos corre el riesgo de extremar aún más las tendencias egocéntricas de un mundo, en el que cada vez nos cuesta más hacernos cargos de la vivencia del otro. Ni el encierro es igual para todos, ni constituye, en la mayor parte de los casos, el verdadero trauma. Pero, conforme avanzan los días, los muertos parece cada vez más lejanos. Y eso que tal vez el más doloroso de esta pandemia sea la soledad de los enfermos y los agonizantes, unida a la angustia, por parte de los más próximos, de no poder despedirse. Hemos construido una sociedad de espaldas al duelo, y ahora sentimos de pronto, y de qué manera, la necesidad del luto. Hemos vivido de espaldas a los muertos, y solo ahora nos es posible darnos cuenta. Ahí, en ese lugar vacío, tal vez sea posible construir una experiencia. O al menos constatar de verdad la ausencia de esta.
VIII

Otra vez, Antígona. Antígona en los tiempos del coronavirus es el recuerdo de una piedad que ya no sabemos cómo ejercer. Piedad, más que heroísmo, es tal vez lo que necesitemos ahora.
La palabra “héroe”, tan repetida hoy, despierta en mí –lo confieso—un sentimiento ambiguo. Por una parte, es reconfortante que podamos volver a admirar a alguien. La admiración se nos había vuelto sospechosa, algo casi inverosímil en una sociedad cada vez más narcisista. Apenas sobrevivía, y de manera harto ambigua, en el terreno del deporte. En ese sentido, quizá sea beneficioso recuperar cierta dosis (¿cuánta?) de héroes y heroínas. Por otra parte, sin embargo, la apelación al heroísmo recuerda demasiado a una retórica de guerra. Se trata de algo que excede el puro terreno de la ética y del sentido cívico, por más que, de manera irrisoria, se hayan querido calificar como heroicos actos como quedarse en casa o lavarse las manos. Temo exagerar, pero no puedo evitar preguntarme si una democracia que necesita héroes no corre el riesgo de anhelar también caudillos y victorias.
Tal vez Antígona pueda ser hoy el único rostro aceptable de lo heroico. Antígona, que se nos impone como heroína porque es la antiheroína, la que no entiende, porque no quiere entender, las palabras manchadas de sangre de los héroes, aquella que, en la mirada de María Zambrano, va más allá de la justicia y rechaza contarse entre los victoriosos.

IX

Antígona no puede velar hoy el cadáver de ningún hermano, pero se pasea por los hospitales y por las ucis para recordar que ese lamento, esa protesta contra la muerte, nos constituye como humanos. Antígona está al lado de la muerte, porque quiere estar al lado de la vida. Si al menos aprendiéramos eso, no sería poco. Pero, ay, me temo, el olvido también nos constituye y es tenaz y a menudo más fuerte que la memoria.

    

2 comentarios:

Javier Sáez de Ibarra dijo...


Excelente artículo, José Luis. Tus miradas sobre un mismo hecho que abren preguntas.
Hay quizás que atreverse a formulárselas para que haya de verdad experiencia, como dices; y hay que desear cambios para que estos sucedan. Me siento inerme ante el virus, como inerme ante una sociedad teledirigida.
A lo mejor echar en falta es una pista. No sé.

J.Luis Gómez Toré dijo...

Mil gracias, Javier, por tu comentario. En efecto, la sensación de estar inerme es muy poderosa, pero al menos hay que estar alerta y no bajar la guardia... Y el llamado pensamiento positivo me parece un riesgo ahora más que nunca. No olvidemos que antes de la pandemia estábamos asistiendo a fenómenos inquietantes, como el surgimiento de un neofascismo. También me pregunto: ¿cómo saldrá la ultraderecha de todo esto? Lo lógico sería que quedara en evidencia, tanto su oportunismo (donde es oposición) como su ineficacia donde está gobernando -Brasil, EEUU...-, pero no es imposible que salga reforzada. Dominan bien la retórica de la sangre y del suelo, y nunca han tenido escrúpulos en usar a los muertos.
Como bien dices, lo fundamental es no dejar de hacernos preguntas.