miércoles, 28 de octubre de 2009

Dos poemas inéditos de Marta Fuentes



Vista de la Mezquita Nueva

Aquiétese el diamante, la fiebre del berilo,
arrope aquella piedra el sol semita
en altos minaretes se esparzan los adioses
y contengan su cauce las orillas
en la tarde que pinta el Cuerno de Oro;
el relieve persista en su textura,
vele la madreperla el terciopelo,
que vuelvan a su calma las olas del basalto
y no se precipite la lágrima en la niña.


Velero

Inmune a la arboladura en el Bósforo,
pieza de gloria que el aire desprende,
a lo alado de forma severa y posible.
Inmune al agua añil en el ombligo
de espuma, al mediodía
labrado en las pilas de palacio
y a la última nube de ceniza.
Inmune el ojo experto mirando
en el museo
de belleza la lágrima.


Marta Fuentes nació en 1971. Se doctoró en Filología Hispánica. En el año 2003 viajó a la India, en donde vivió cinco años. Tras un año de estancia en Estambul ha vuelto por tiempo indefinido a Nueva Delhi, en donde trabaja como profesora de plantilla del Instituto Cervantes. En 1994 publicó su único libro de poemas editado, Servidumbre de Vistas, tras ser galardonada con el Premio Blas de Otero de la Universidad Complutense. Es autora de un libro inédito Un pensamiento es un arco, y actualmente escribe su poemario Estambul al que pertenecen los siguientes poemas. Formó parte de la antología Estroendomudo y algunos de sus poemas se publicaron en la revista Turia.

viernes, 23 de octubre de 2009

Con tus propias palabras

Durante los años que llevo trabajando como profesor de instituto, no es infrecuente que en un examen un alumno (hoy, una alumna de cuarto de la ESO) te pregunte si puede contestar una pregunta con sus palabras, con sus propias palabras. La pregunta revela, claro está, en la mayoría de los casos las carencias en el método de estudio, la tendencia a memorizar sin comprender lo que se lee.
Uno, en estos casos, siente la tentación de contestar con otra pregunta, de preguntarle al alumno en cuestión si ha encontrado ya sus palabras y, si la respuesta es afirmativa, felicitarle efusivamente. Porque encontrar las palabras propias es tarea de toda una vida, un empeño casi imposible, aunque hay quien cree que habla con sus propias palabras y sólo repite los ecos de un lenguaje aprendido, hecho de frases hechas y consignas.
Tal vez debería explicarle todo esto, confesarle mi estupor. Sin embargo, respondo: "Sí, claro, puedes expresarlo con tus propias palabras" y dudo entonces, en el mismo momento de decirlo, si he encontrado las mías.

viernes, 16 de octubre de 2009

Las razones del aviador: nuevo blog y poemas inéditos

Acaba de nacer un nuevo blog literario, Las razones del aviador, coordinado por Jordi Doce y José María Castrillón (y en el que colaboran como asesores Jaime Priede y Tomás Sánchez Santiago). El blog se inauguró con un estupendo artículo de Castrillón sobre Seferis y la segunda entrega ha acogido cuatro poemas míos, ya que han tenido la amabilidad de solicitarme unos textos inéditos. Pueden leerse en el siguiente enlace:

lunes, 5 de octubre de 2009

Filemón y Baucis: dos poemas de Reiner Kunze


VARIACIÓN SOBRE EL TEMA "FILEMÓN Y BAUCIS"

Un consuelo sería que aún durante siglos
nos fuera concedido
poder acariciarnos
gracias a nuestras ramas
“ ““ ““ ““ ““ ““ ““ ““ ““ ““ “y el tilo
sería para ti.

Sin embargo, si me tocara el roble
sufriría, en mí siento
la savia del saúco.

SEGUNDA VARIACIÓN SOBRE EL TEMA "FILEMÓN Y BAUCIS"

No vamos, unidas nuestras ramas,
a vivir tras la muerte.

Pero somos afortunados.

Se nos ha concedido vivir hasta el final
debajo de los árboles.


Reiner Kunze (Lindennacht)


(Versión de J.L.G.T. Fotografía: Cristina Urosa)
(Aquí pueden leerse los originales en alemán)

viernes, 2 de octubre de 2009

Crítica literaria: exploradores y agentes inmobiliarios

Recientemente en el diario El País Muñoz Molina distinguía entre un periodismo cultural que abría nuevas perspectivas al lector y otro periodismo, desgraciadamente demasiado frecuente, que se contenta con ser la prolongación de los escaparates de novedades de las grandes superficies (el primer tipo no abunda en la prensa española y, aunque Muñoz Molina no lo diga aunque tal vez lo piense, tampoco en el citado periódico). A mi modo de ver, la tendencia al segundo tipo de crítica se da en la prensa escrita pero sobre todo, comienza a tener un peso preocupante en los medios audiovisuales. Un triste ejemplo lo encontramos en los otrora excelentes programas culturales de Radio Nacional, que, en un intento por evitar el sambenito de elitista o minoritario que suele colgarse a tales espacios, está optando por rebajar los contenidos y por adoptar un aire falsamente juvenil, equívocamente popular, en el que vale tanto el último best-seller como la obra madurada despacio (a este cambio no han sido ajenas las prejubilaciones, a menudo forzosas, de no pocos profesionales de valía).
El crítico debería ser un explorador, que nos invita a conocer territorios desconocidos y que, cuando se adentra en tierras ya exploradas, nos descubre parajes ignorados, lugares por los que pasamos sin prestarles atención y que la labor crítica nos conmina a mirar de nuevo. En cambio, a menudo el crítico es un agente inmobiliario empeñado en enseñarnos un lote de parcelas, en vendernos un piso ya amueblado, decorado con el mismo aire impersonal que el resto de los pisos que tiene en su catálogo. Este segundo tipo de crítico pretende a menudo estar más cerca del lector y mira con sospecha a los exploradores, a quienes acusa de ignorar el gusto de las mayorías. Disfrazado con un ropaje democrático, el crítico inmobiliario se erige en portavoz de los lectores normales, en realidad normalizados por el mercado. Toda crítica seria debería ser un intento de oponer una lectura propia, desde la razón y la emoción, a los dictados del poder, del poder económico y del poder literario, del poder del arte como institución y del arte como mercado. El crítico inmobiliario actúa como eco de las listas de los más vendidos pero a menudo elige un aire más intelectual y trabaja como funcionario de los prestigios ya asentados, de la nómina de intocables, de quienes siempre encontrarán elogios con independencia de lo que escriban. El crítico inmobiliario, como el lector pasivo, evitan a todo trance la intemperie de la obra. Quizá en secreto el crítico inmobiliario sospecha lo que sabe el crítico explorador: el riesgo que supone toda obra verdaderamente grande, la de dejarnos sin palabras.