sábado, 29 de enero de 2011

Memoria y elipsis

Brillante observación la de un alumno de tercero de la ESO, que parecía distraido, a la explicación del profesor sobre la estructura del relato: "Entonces, en nuestra vida no hay elipsis". Sin embargo, ¿qué es nuestra vida? ¿Lo que nos acontece o lo que se sedimenta en recuerdo, o es a la vez ambas cosas? Si la memoria, esa abreviatura de la vida (como la llamaba, si no recuerdo mal, Dilthey), es lo que somos, entonces nuestra vida también está hecha de elipsis, de saltos mortales en el tiempo, de pequeñas grietas, en un principio casi imperceptibles, pero que con los años van agrietando los muros en apariencia sólidos de lo vivido. Solemos confundir experiencia con hecho y, sin embargo, muy probablemente sólo se constituyen como experiencias aquellos hechos que logran transmutarse en memoria (consciente o inconsciente) y encuentran así su lugar en un relato personal. La paradoja es que la experiencia apunta siempre a algo que se escapa al recuerdo, a un resto inaprensible, a aquello precisamente que no puede ser relatado a otro porque no lo ha vivido en carne propia y, sin embargo, nos empeñamos en contar.

jueves, 13 de enero de 2011

Metafísica del catarro


Carece del prestigio literario de otras enfermedades. Ni siquiera cuenta con el aprecio de la ciencia, que no parece considerarlo un enemigo a su altura. Médicos y pacientes lo tratan con una mezcla de impaciencia y desprecio, como un huésped inoportuno al que, sin embargo, se tolera porque se sabe que su estancia será corta. Y, sin embargo, cada invierno nos visita y nos vuelve un poco más humildes, un poco más conscientes de la frágil sustancia de la que estamos hechos. Tímido metafísico, el catarro no nos prepara para la muerte, o al menos no para la Muerte con mayúscula (todo en el catarro está, como la mayor parte de nuestra vida, condenado a escribirse en minúscula); pero, entre cínico y estoico, nos enseña a acostumbrarnos al desgaste cotidiano de los días, a la melancolía incierta de vagas pero decisivas derrotas.
La existencia del catarro es un argumento demoledor contra la teoría del diseño inteligente, porque ¿qué Mente divina podría haber creado una molestia tan insidiosa como banal, una enfermedad tan chapucera, tan lejos de la grandiosa puesta en escena de una plaga bíblica? Con todo, no resulta difícil imaginar que el catarro es el fruto de la broma de mal gusto de algún dios con minúscula, de uno de esos dioses burlones y un tanto chabacanos que aparecen en no pocas mitologías.
El catarro se lleva mal con la tragedia y con la épica. Es más aficionado a la comedia, pero a una comedia teñida de cierta melancolía. Por unos días nos hace convivir con nuestro cuerpo como con un extraño. Nos descubre en la carne que somos misterios que resultan casi triviales, pero que nunca condescenderán a enseñarnos esos dos maestros que llamamos sexo y muerte.
Los héroes nunca se resfrían, y por eso resultan a menudo crueles e insolentes. Si Helena hubiese recibido a Paris con el pañuelo en la mano o Aquiles se hubiese acatarrado cuando su augusta madre lo sumergió en la laguna Estigia, quizá la historia de Troya hubiera discurrido por caminos muy distintos. Por si acaso, un consejo: mejor un buen resfriado a tiempo que caer en la tentación de creerse inmortal.

miércoles, 5 de enero de 2011

La despedida (Bertolt Brecht)














Nos abrazamos.
Yo palpo una tela lujosa.
Tú, una pobre.
Es rápido el abrazo.
Te han invitado a una comida.
A mí los esbirros me persiguen.
Hablamos del tiempo y de lo amigos
que seremos siempre. El resto sería
demasiado amargo.


Bertolt Brecht (Liebesgedichte). (Versión de J.L.G.T.)


(aquí el original en alemán)