miércoles, 31 de marzo de 2010

"Alentar a los jóvenes, castigar a los maduros, tolerar a los viejos"

Al leer el aforismo de Juan Ramón Jiménez, "Alentar a los jóvenes, castigar a los maduros, tolerar a los viejos", no resulta difícil darse cuenta de que el poeta llevó a la práctica su afirmación, y en no pocas ocasiones, como revelan sus complejas relaciones con los poetas del 27. Se agradece la sinceridad del escritor, aunque no deja de apreciarse cierto punto de mezquindad en quien alaba a los jóvenes, que no representan ningún peligro para el propio prestigio, y denosta en cambio a sus posibles rivales en las disputas literarias, que suelen ser batallas más de egos que de escuelas. Con todo, resulta preferible la actitud de Juan Ramón, en la que no falta un cierto espíritu de deportividad en el trato con los iguales, a la de esos críticos literarios que, sin el talento del poeta, se dedican a contabilizar todas las faltas, por minúsculas que sean, de los incipientes escritores, mientras que colman de halagos a los ya consagrados por muy infames que sean sus obras.