lunes, 13 de julio de 2009
Vida y destino
Acabo de terminar de leer Vida y destino de Vasili Grossman. Cuando como lector se prefiere, como es mi caso, el ensayo y la poesía a la novela, resulta especialmente satisfactorio encontrarse con un libro como éste que nos recuerda que el arte de narrar es uno de los más nobles empeños humanos. En esta obra maestra, ninguna de sus más de mil páginas sobra. Grossman, como Tolstoi, como Chejov, tiene una habilidad admirable para contagiarse de la mirada de sus personajes y para no perder nunca de vista, junto con las debilidades y las miserias de cada uno de ellos, su irrenunciable humanidad. Como Tolstoi en Guerra y paz, Grossman sabe contarnos a la vez la Historia y la intrahistoria, de tal manera que la batalla de Stalingrado es menos un gran acontecimiento bélico que un clima, en el que tiene tanta importancia el primer plano como el fondo sobre el que se recortan las grandes acciones y los grandes discursos. Grossman se pregunta si el combate entre Hitler y Stalin no supondrá a la postre el triunfo de un Estado autoritario, que, sea cual sea el vencedor, acabará ahogando las ansias individuales, pero también colectivas, de paz y libertad.
A pesar de que Grossman, cercano en esto a sus modelos decimonónicos, no se priva de comentar los hechos novelados, lo decisivo es que su defensa de la libertad individual toma cuerpo en la urdimbre misma de la narración. La voz narrativa sabe aunar lo pequeño y lo grande, guiado siempre por una vocación humanista, que trata de vislumbrar en los gestos mínimos de sus personajes una vía que no acabe ni en Auschwitz ni en Treblinka ni en el Gulag soviético. Su obra es a la vez un testimonio del horror y una tímida, pero imprescindible, apuesta por la esperanza.
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