domingo, 20 de mayo de 2018

En flecha de Esther Ramón

 

Caminar por un sueño. Recorrer las salas de una casa a la vez tan familiar y extraña, así es leer a Esther Ramón. Es la suya una poesía de resonancias míticas, de un cierto tono onírico, pero también de una evidente fisicidad. En ella hay siempre huellas, rastros difíciles de borrar en la piel y en la memoria. Leerla es adentrarse en una escritura que tiene no poco de subterránea, como esa Caza con hurones que da nombre a uno de sus últimos libros, y que, como en ese mismo título, no ignora la violencia que se esconde en tantos gestos cotidianos, también en el de la mano que escribe. En flecha parece irse un paso más que en anteriores entregas de la autora, en la dirección de lo que podríamos llamar una poética del despojamiento. Sin embargo, si se leen con atención los poemas (o los fragmentos, pues conforme se avanza la lectura sospechamos que estamos ante un único poema), se advierte una tensión lingüística no tan distinta a la que preside libros de referencia como Grisú o Reses. Solo que ahora esa tensión parece sostenerse en el aire, como si la propia escritura fuera consciente de su andar de funambulista, de paseo sobre el abismo.

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